Byron nació con una deformidad en el pie derecho, que era zambo. Era patihendido, lo que significa que tenía los dedos del pie hacia adentro. Byron siempre apostó a que tal deforma- ción había sido debida a la mojigatería de su madre, quien rechazó asistencia médica en el parto. Debido a esta anomalía, su padre dijo que jamás llegaría a andar. Pero el pequeño Byron, que tuvo que calzar un zapato ortopédico durante toda la infancia, se rebeló a la creen-cia del padre y aprendió a correr antes que a caminar, y aun cuando anduvo cojo, presumía de andar más rápido que muchos. Al alcanzar la juventud, sus maneras y modales le sirvieron para disimular su cojera, haciéndola parecer un caminar excéntrico y al mismo tiempo distin-guido. Byron tuvo que soportar muchas burlas y rechazos por su cojera. No obstante, con el tiempo aprendió a defenderse bajo la máxima de que «cuando un miembro se debilita siem-pre hay otro que lo compensa», palabras a las que en su vida siempre haría honor. Además de la cojera sufrió mucho por el frío, ya que sus huesos siempre fueron frágiles, algo que le causa-ba gran malestar. La relación de sus padres, que marcó a Byron de forma importante, podría definirse como tempestuosa. Si bien Byron jamás pudo considerar a su padre como un auténtico amante de su madre, esta, a pesar de su rencor por lo ilícito de la vida de su marido, se volvió triste e inconsolable tras su pérdida. Byron describiría la relación que vivió con su madre Catherine como una aventura de golpes y besos. Catherine llamaba con frecuencia al pequeño Byron: cojo bribón o pequeño diablo, mientras él la llamaba vieja o la viuda. Pese a esta relación de amorodio, Byron diría posteriormente que su madre fue la única que lo entendía.